Retruenan, entre salmos y alabanzas, las campanas de la antigua iglesia. Es entonces cuando se encoge el corazón. Se nos achica la voz. Las palabras no más que susurros. Ciénagas de asombro. Fango y dolor.
Retorcidos verdes calavéricos. El show funerario. Te pedirán coraje ante la cascada abismal, ante el río que se seca. Níveo semblante que te congela, que te abrasa los poros de la piel. No hay nada dónde antes hubo sonrisas, puros, y ese bigote tan lleno de vida. La boca seca. Los ojos mojados.
Frio, fango y dolor.
La tía Tula - Miguel de Unamuno
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