Cayó el telón y yo me quedo acurrucado en una esquina. Silenciosamente bramo que no volverá a ocurrir. No dejaré que pase una escena más sin dejar de gritar que todo es mentira, que al final el héroe morirá. Pero acaba un día más, y el telón vuelve a caer. Y yo enmudezco. Se deshace la máscara y el obsceno maquillaje, ya carcomido por el tiempo y los focos, y entonces no queda nada. Tan solo una fina cáscara, leve y quebrada por mil esquinas, que no esconde más que silencios.
Y aunque en el fondo de la sala aun se oye el eco de los aplausos y los sibilinos susurros de las voces que antes invadian el mundo todavia reboten en las paredes, yo ahora me siento podrido, irremediablemente solo en mi pequeña cárcel de miedos.
"...y cándido sella el pacto sin saber que naufraga en la página virgen, en el vértice de la línea, en la nada cuel de la rosa demacrada donde no estoy yo ni está el hombre."
El loco al que llaman rey - Leopoldo Maria Panero
Sinfonía de la caida - CapÍtulo III