domingo, 5 de abril de 2015

Soliloquio peripatético

Qué breve el silencio
que perdura mil años.
Qué simple la vida,
qué estrofa más tonta.

Qué breve aquel beso
y su longevo verano
de promesas de invierno lleno
que perduran mil años.

Qué engaño más breve
que fútil el atraco
no hay tormenta que truene
como rebuznan los asnos.

Qué breve el incendio
que asoló mi ropa.
Qué breves las olas
que beben gaviotas
debajo del río de tus alforjas.

Qué nieve en tus pieles
de algodón tejidas.
Que frío, sin su abrigo,
no hay sal, no hay respiro.

Qué breve es el sexo,
tu sexo en mi boca.
Qué breve el espejo
que solo ilumina lo que toca.

¡Qué estropicio de vida!
¡Qué vergüenza el calendario!
Qué perdido te escribo,
tan perdido, que ni hablo.
Y aún así, ¡qué maravilla!
contigo, que me corten los brazos



- ¿Peró que coño dices?
- ¡Me acojo a la quinta enmienda!

sábado, 25 de enero de 2014

Aquel entonces

Por la mañana, temprano, la ciudad se rompe. Los edificios son escamas sinuosas, translucidas que levantan sus dedos de hormigón, en un ejercicio lento y magnífico, como un gigante al levantarse tras caer por un acantilado. Las calles, aún rociadas por el alba, están vacías. Y aquí estoy yo, viendo crecer el día,  viendo la ciudad alzarse, aprendiendo los secretos arcanos que las mañanas encierran. 

Así que voy andando, y mientras imagino gigantes y montañas, pienso en por qué todo nos va mal. No hay misticismo, no hay belleza, más allá de lo que unos ojos ciegos se empeñan en imaginar. Nunca debió ser la vida un ejercicio de poesía, pues allí donde acampa el verso, muere la prosa infatigable del día a día. La verdadera belleza, la gran belleza, no se trata de quejidos en la noche, de campanas repicando, de los rayos brillando. Las raíces son importantes, pienso. Lo que nos une a la tierra, es el asfalto, no la niebla de la madrugada.  

Deberíamos escribir odas al asfalto, o al olor de la hierba recién segada. Pero no hay magia detrás de todo ello. Tan solo el sudor de los que esta mañana conmigo danzan. La ciudad no se levanta, se construye. No quedan magos en Oz. Así que me doy cuenta de que deberíamos aprender a castrar la hipérbole, a invertir la metáfora. Decir, eres tan grande como las estrellas. No más grande que las estrellas. Tu no eres más grande que una estrella, ni yo, jamás lo seremos. Ni si quiera somos tan grandes como las estrellas, pero dejaremos un refugio a los soñadores. 

Dejemos a un lado la poesía, ya habrá tiempo para ello. Pues hoy, que tan sólo veo lunas rotas a mi alrededor, me doy cuenta de lo perdido que he estado. El laberinto de grandilocuencias, la espiral insensata de emociones y manifiestos, la búsqueda infatigable del último suspiro del verso con el que un trovador anunciaría el juicio final. Todo ello una estupidez, un sinsentido retorcido, que no me dejó ver que la mano que me agarraba mientras andaba por las calles era más importante. Y ahora que parece todo perdido, ahora que escribo entre lágrimas, me pregunto por qué no vi entonces lo que veo ahora. 

Quédate a mi lado, déjame enseñarte que soy capaz de cultivar, de construir, de vivir en la incómoda belleza prosaica de la vida real. Nuestras vidas no se alzan, se construyen, por fin lo he entendido. 

-Ziggy Stardust nos salvará - te digo. 
-Sabes que no vendrá - me contestas lapidario. 

sábado, 20 de abril de 2013

Nunca seré poeta

Voy a reducir la palabra a lo esencial,
al verbo oculto que subyace
en el origen de todas las cosas.

Voy a reducir al mundo en texturas,
en colores, formas y estructuras,
para recordar como olían tus besos
aquella gris tarde de abril.

Voy a reventarme la cabeza con un machete
y así estallarán todas mis ideas,
mis obsesiones y mis miedos.

Y conseguiré así poder viajar en el tiempo
y retornar a aquel entonces 
en el que solo importaban:
lo esencial, la palabra, el verbo.

Tu y yo.

¿Qué te parece valdrá 
la pena matar a dios 
a ver si se arregla el mundo? 
-claro que vale la pena 
-¿valdrá la pena jugarse 
la vida por una idea 
que puede resultar falsa? 
-claro que vale la pena 
-¿pregunto yo si valdrá 
la pena comer centolla 
valdrá la pena criar 
hijos que se volverán 
en contra de sus mayores? 
-es evidente que sí 
que nó 
que vale la pena 
-Pregunto yo si valdrá 
la pena poner un disco 
la pena leer un árbol 
la pena plantar un libro 
si todo se desvanece 
si nada perdurará 
-tal vez no valga la pena 
-no llores 
-estoy riendo 
-no nazcas 
-estoy muriendo


Nicanor Parra

martes, 26 de marzo de 2013

Delirios de sangre muerta.

Párate esta noche a pensar. Te sentarás, desnudo, cerca de una chimenea en brasas. Empezarás a contemplar el mundo desde un estado paciente, rebeldemente lejano a las preocupaciones. Plantéate el origen de la vida multicelurar. Y piérdete...

Embriágate y sométete a los delirios que te invadan. Lucharás contra espectros alucinados, contra elefantes de cristal que solo tu podrás vencer. Baila, taconea, llora, grita. Rocía esa copa de vino sobre tu pecho desnudo ¡Consúmete! Rasga tus vestiduras en medio del asfalto mojado. Pasa a formar parte de la nada a la que todos pertenecemos. No tengas miedo. Todo allá es luz. 

Retuércete entre las llantas, mientras te golpean, mientras golpeas todas las copas de cristal. Gime, de placer, de odio. Tócate, disfruta de ti mismo. Córrete, y mientras te consumes de placer, eyacula sobre todos aquellos que son incapaces de creer que nuestros cuerpos los forjaron allá arriba. No dejes que te venza el aire, aunque no estás respirando. Rebélate contra todo aquellos que forjaste ayer. ¿Serás capaz de derribar, de destruir todo?¿Serás capaz, compañero, de volver a empezar?¿Serías capaz de morir si hoy te lo pidiera?

Ama, joder, ámate. A ese torrente que sobre ti se desploma.
Ámale, hoy peor que mañana.
Vive, se libre ¡VUELA!




"Si el amor es un transtorno,
uno más que más me da"

Julio de la Rosa - Tarde a todas partes

jueves, 7 de febrero de 2013

Breve nota al pie

Escribo esta entrada desde la tranquilidad que da el tiempo, lánguido y perverso tiempo. Por fin, me digo. Y miento, pues mil partes de mi siguen esperando que ese hecho que nunca ocurrirá, pase, así, de repente. Ojalá. Pero lo imagino ahora, con una melancolía lejana, sin que escueza el recuerdo, ni las decisiones tomadas. Dejarte caer de mi cartera, una foto menos, parece sencillo, pero me ha costado tanto tiempo. Pero antes de que nuestro caminos se separen para siempre, dejemos las cosas claras, ¿te parece? 

Hablemos de las cosas que no dijiste, por ejemplo. La verdad fue siempre en ti algo tan esquivo, tan irrelevante en tu pequeña escala de prioridades, que supongo que jugar con ella, estirar y tergiversar solo era un divertimento más. Eres un pequeño mentiroso, y lo sabes. ¡Y que más me daba a mi! Yo como otros tanto habíamos aprendido a encontrar de entre las mentiras las verdades, y era casi ya como un juego. Incluso me llegaba a divertir escuchando tus suaves y entretenidos delirios, a veces hasta inmiscuyéndome en ellos. Que más me daba, yo creía saber que para mi me tenías reservada una pequeña isla de ti donde primaba la sinceridad. En serio, lo creía firmemente. Siempre he sido demasiado confiado.

Me equivocaba, obviamente, Mentiste una vez, y después otra, y finalmente una ultima y definitiva vez, ya cuando las mentiras que arrastrabas no te permitían controlar tus palabras. Todo hubiese sido tan diferente con dos solas palabras. Lo, y siento. Y todo se hubiese quedado un triste y necesario aviso. Pero esas palabras nunca llegaron. Seguramente no lo sintieses, y entonces, tengo que darte las gracias por haberme dicho la verdad, aunque haya sido una sola vez en tu vida.

Todo lo demás cayó por su propio peso, y sinceramente, creo que tu sigues teniendo la culpa. No lo digo a la ligera, no. Lo he pensado mucho, más de lo que te puedes imaginar.  Y aun no se que fue lo que se me escapó, que pequeño detalle irreconocible hizo que todo se fuese a la mierda. Quizá mi excesiva cabezonería, pero eso no puede explicar ni la mitad. No quiero ni imaginar lo que tu sofisticado cerebro ha imaginado para culparme de este fracaso. Pero que más da ahora, si nada importa en realidad de esta insignificante tragedia griega. Así que ahora no sigas con más mentiras, ya no. Mentir ahora sería como bailar sobre la  tumba de un muerto. No vengas con que nosotros te hemos abandonado, ni te atrevas a decir que éramos malos para ti. No liquides lo poco bonito que has dejado atrás en nuestras vidas.

Porque yo a pesar de todo te seguiré echando de menos. No tengo muy claro si al amigo que conocía o al que creía conocer, pero la realidad es que echaré de menos algo. Lo superaré, no te creas que me ha costado más de tres cervezas un martes en el Paki, pero siempre seguiré sonriendo con todas las pequeñas historias que he vivido contigo. Así que sigamos nuestros caminos, felices, contentos, alegres. Tu por tu lado,   que seguro que todo te irá muy bien

Y aunque todo esto parezca que está escrito con rencor y mala baba, no es así. En serio, ya no importa. Es lo que tiene el tiempo ¿que todo lo cura?
No, que todo lo mata. 

P.D. Quien quiera entender, que entienda.

martes, 27 de noviembre de 2012

Posdata.


Eran las 12:40. Llegabas tarde. Yo te estaba esperando sentado, apoyado en el cristal. Habíamos quedado en esa cafetería hortera que está en la esquina de la Avd Castilla y la Costa. Llegaste media hora después, prácticamente corriendo, sujetando en tus labios un cigarrillo de liar. Recuerdo que me diste un solitario besa en la mejilla y sin mediar palabra, arrojaste el cigarro y entraste en el bar.

Nos sentamos al fondo del café,  “así ningún cabrón nos podrá espiar”, dijiste riéndote, mientras te quitabas la chaqueta. Yo me mantuve en silencio, observándote. Pediste dos cafés, uno con leche y otro cortado para mí. Y entonces descubrí en tu camisa, una pequeña mancha de café, en la parte superior a la izquierda. “Este será el tercero del día” dijiste sombrío al verme observarla.

Comenzaste a hablar de cosas grandes, del ave fénix y de sus cenizas. Comentaste no se que cosas de una isla del tesoro, de ballenas indomables, y de un lugar donde había un zorro, que dicen, se acostaba con principitos. Hablabas de revoluciones, de masas ardiendo, antorchas y gigantes de polvo. Lo decías todo exaltado, con un brillo delirante en el caoba de tus ojos. Tu mano sostenía por arte de magia, la taza de café entre temblores de grandeza.

Me hablabas de todo eso, pero a mi no me importaba. Yo te escuchaba atentamente, sujetándote con mi mano la tuya, y viendo crecer el brillo de tus ojos. Pero a mí no me importaba el rastro de cenizas que va dejando la humanidad en su camino. Me bastaba con tenerte delante una vez más, después de tanto tiempo. Para ser sincero, hubiese preferido hablar de cosas más sencillas, de como brillaba la luna la noche en la que nos conocimos, por ejemplo. De lo muchísimo que te había echado de menos, quizá. 

De repente, callaste, y en el silencio fue a morir, a las orillas de mis labios, un te quiero inarticulado. 

Aquel silencio fue un verano largo, la roja promesa de una flor . Esa mancha de café en tu camisa.

Una hora después nos habíamos ido. ¡Hasta pronto! me gritaste desde lejos, con una sonrisa eterna en tus labios. Esa fue la última vez que te vi, y te prometo que aun hoy me lamento y me maldigo. A mí y a mis cuerdas vocales por su insensata cobardía. A mí y a mi retina, que aun no me ha dejado olvidar aquella mancha de café en tus pupilas.


"Pero otro día toco tu mano. Mano tibia...
Tu delicada mano silente. A veces cierro
mis ojos y toco leve tu mano, leve toque
que comprueba su forma, que tienta
su estructura, sintiendo bajo la piel alada el duro hueso
insobornable, el triste hueso adonde no llega nunca
el amor. Oh carne dulce, que sí empapa del amor hermoso.

Es por la piel secreta, secretamente abierta,
invisiblemente entreabierta,
por donde el calor tibio propaga su voz, su afán dulce;
para rodar por ellas en tu escondida sangre,
como otra sangre que sonara oscura,
que dulcemente oscura te besara
por dentro, recorriendo despacio como sonido puro
ese cuerpo que resuena mío, 
mío poblado de mis voces profundas
¡oh resonado cuerpo de mi amor!, ¡oh poseído cuerpo!,
¡oh cuerpo sólo sonido de mi voz poseyéndole!

Por eso, cuando acaricio tu mano, sé que sólo el hueso rehúsa
mi amor -el nunca incandescente hueso del hombre-.
Y que una zona triste de tu ser se rehúsa,
mientras tu carne entera llega un instante lúcido
en que total flamea, por virtud de ese lento contacto 
de tu mano,de tu porosa mano suavísima que gime,
tu delicada mano silente, por donde entro
despacio, despacísimo, secretamente en tu vida,
hasta tus venas hondas totales donde bogo,
donde te pueblo y canto completo entre tu carne."

Vicente Alezandre

lunes, 2 de julio de 2012

Conozco un lugar.

En mis sueños hay todo tipo de cosas. Si quieres un dia te invito a ellos. Encontrarás muertes, pitonisas, ritos y danzas. Una vez soñé que dormía sobre un lecho de hierbas grises y negras, recuerdo aun notar el frio abrazo de la madrugada y sus besos de rocío. He llegado a soñar los parajes más innombrables. He llegado incluso a creer que comprendía el mundo.

¡Qué locura! Pensarás. No te preocupes, fue un espejismo, nada más. Esa valiente hija de puta se me escapa siempre de entre las manos.

He soñado tantas veces, tantas veces he creído.

Sueño, y al soñar muero. Porque todo lo que sueño no es más que sucia mentira, vientre yermo de ilusiones. La vida no es sueño, ni el sueño da vida. Ambas son solo la muerte. Muerte, vida y sueño; las tres caras de una moneda imposible.

Sueño, y al soñar revivo. Pues la muerte del sueño no es más que la Puerta de San Pedro. ¡Quién quiere dioses! ¡Quién quiere cielos! Si se pueden soñar dioses y cielos, ¿Qué son más que la ínfima parte de un sueño? Una vez enfrenté a 100 mil dioses, todos engalanados con sus mejores armas. Martillo, truenos y alabanzas cubrieron el cielo bajo el que se vio tal festín de divinidad. Solo quedó polvo.

El sueño es mi Dios, y por el vivo, muero y revivo. La plenitud al alcance de mi mano. La gloria eterna se encuentra entre mis sabanas. ¡Viva el sueño! Durmamos todos una noche eterna y apagada. ¡Soñemos! Soñemos ríos caudalosos, risas y sueños. Yo lo seguiré haciendo, pues soñar es creer que, pese a todo, este mundo merece la pena.

Soñare montañas escarpadas que serán tu nuez esculpida. Transformaré brisas y océanos en el aliento de tus labios al besarte. Soñaré que sueño contigo. Porque, te lo digo aquí y ahora, despierto y vivo, que entre todos mis sueños, sobre todos los sobre todo, estás tú.


" Me tumbé en el suelo, sólo para oir crecer la hierba
y hacia mí vinieron todos los sonidos de la tierra"
091 - La noche que la luna salió tarde.